Febreiro, febreireiro, da o sol en calquer rixeiro.
Febrero, febrerero, da el sol en cualquier arroyo.
La comarca de
Allariz cuenta con multitud de opciones para disfrutar de jornadas
inolvidables, y una de ellas es sin duda la visita al castro de Armeá y los
secretos que encierra la ruta que nos conduce hasta él. Para los profanos en el
tema diremos que los castros en Galicia son una de las señas de identidad de
nuestra tierra. Se tratan de restos de poblados fortificados celtas, en los que
abundaban las casas circulares con techo vegetal y se situaban en lugares
estratégicos.
La ruta comienza
atravesando un pequeño pueblo que da nombre al yacimiento, para continuar por
un sendero rodeado de frondosos bosques de carballos (robles, en gallego) y
enormes rocas de diversas formas, que aumentan las leyendas del lugar.
A lo
largo del camino y grabadas en algunas rocas se ven unos curiosos agujeros, llamados cazoletas en arqueología, de los
que se dice que siempre tienen agua, sea invierno o verano y que según cuenta
la leyenda son los lugares donde rebotó la cabeza de una santa martirizada en
aquellos lugares.
Esta historia conecta con la siguiente construcción que
aparece en nuestra ruta, una basílica inacabada del S XII y conocida como “O
forno da Santa” de la que no se construyo más que los muros y dos puertas
realizadas en ellos, que nos llevan a un lugar tan misterioso como
insospechado; una cripta que probablemente fue anterior a la basílica y en la
que se dice fue incinerada la santa.
Un poco más
adelante encontramos un extraño roble rodeado de un muro y bajo el que hay dos
rocas con silueta antropomórfica y que al igual que las cazoletas, permanecen
con agua todo el año. En este caro hay otras piedras que sugieren formas como
una oreja y que las antiguas tradiciones precristianas atribuyen poderes
curativos si el enfermo la rodea un número determinado de veces. Todo un ritual
misterioso que le da a este entorno un aura de absoluto misterio.
Dejando atrás el
claro en el que reina el carballo y las piedras que lo adornan, seguimos
nuestra ruta por el bosque, hasta llegar
al castro de Armeá, situado en una zona elevada del monte y cuyo origen se
sitúa en el siglo I. El castro es de clara influencia romana en sus construcciones.
En él podemos ver parte de una calzada, restos de las casas y algún elemento
doméstico como un hogar para el fuego con baldosas romanas de la época. Desde
el mismo castro, que es el final de nuestra ruta, y que no os mostramos para que os animéis a venir, se puede admirar unas
espléndidas vistas de toda la comarca y del llamado val da Rábeda, una extensa
planicie, mezcla de prados y bosques autóctonos.
Esta ruta, de unos
tres kilómetros y fácil acceso, es toda una inmersión en la cultura y la
naturaleza gallega y estimulará la imaginación de cualquiera que visite este
lugar. Un hermoso bosque gallego lleno
de secretos que pueden tener su colofón en la visita al cercano y bello pueblo
de Santa Mariña de Augas Santas. Una ruta que sin duda será uno de los mejores
paseos por Allariz.